La reforma fiscal de EE.UU. y la próxima afluencia de inversiones

 

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Han pasado más de 30 años desde la última vez que se reformó el Código Fiscal de los Estados Unidos, en 1986. Durante este tiempo, la economía se ha transformado de manera dramática, teniendo un mayor énfasis en comercio global y tecnologías digitales. En un mundo como este, las compañías multinacionales estadounidenses tienen que competir con compañías extranjeras que solamente están sujetas a impuestos extranjeros. El arcaico código fiscal de los Estados Unidos sometía a los negocios a uno de los impuestos más altos en el mundo; peor aún, estos negocios debían cumplir con un doble impuesto cuando participaban en la economía global. Si las empresas estadounidenses tenían que hacer frente a los impuestos estadounidenses y extranjeros sobre sus ingresos en el extranjero, entonces es claro que estaban en desventaja. Con la reforma fiscal del 2017, todo esto cambia.

El pasado 22 de diciembre, el presidente Trump firmó la ley de reforma fiscal, la cual viene acompañada de un mayor optimismo mercantil, mejores salarios y bonos. Anteriormente, las compañías estadounidenses tenían que enfrentarse a un sinfín de trabas que lejos de potenciar la inversión, la mermaban.

En un artículo sobre el impacto de la reforma fiscal, J.D. Foster, vicepresidente ejecutivo de la División de Política Económica y economista principal de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, indicó que si no se hubiese adoptado una reforma tributaria con una tasa impositiva mucho menor y un mejor sistema internacional, como cuando el Departamento de Hacienda de Obama impidió temporalmente la ruta de la inversión, en los próximos años se habría adoptado un enfoque más directo: una estampida de empresas extranjeras que compran empresas estadounidenses, moviendo a sus empleados y funciones económicas críticas, como los sectores de investigación y desarrollo, a otros países.

Para comprender el impacto que tenía el anterior código fiscal, podemos ver el siguiente ejemplo propuesto por J.D. Foster: “La empresa estadounidense A tiene operaciones en el país extranjero B. Hasta 2017, los ingresos obtenidos por esas operaciones en el extranjero están sujetos al impuesto de los EE. UU. De repente, la compañía extranjera F compra a la compañía estadounidense A, y como resultado vemos que todos los ingresos extranjeros de la compañía A son ahora ingresos de F. Estos ingresos no son gravables por los Estados Unidos, puesto que sólo pueden gravar los ingresos de F obtenidos en los Estados Unidos”.

Al cambiar a un sistema impositivo internacional moderno, con la reforma fiscal, el Congreso y el presidente han descarrilado lo que seguramente se habría convertido en una ola de compañías extranjeras que hubiesen comprado compañías estadounidenses únicamente para escapar de la desventaja fiscal de los Estados Unidos. Y al reducir la tasa del impuesto corporativo al 21%, la reforma fiscal ha convertido a los Estados Unidos en un mejor lugar para hacer negocios, tanto para las empresas estadounidenses como para las extranjeras.

“En lugar de desencadenar un éxodo, las empresas estadounidenses y extranjeras aumentarán sustancialmente su inversión en los Estados Unidos después de la reforma tributaria. Incluso podríamos ver una afluencia sustancial de compañías extranjeras que buscan los diversos beneficios que un domicilio estadounidense puede ofrecer”, asegura J.D. Foster.

La reforma fiscal estadounidense se traduce en más inversiones, mejores empleos, un incremento de salarios y una economía más competitiva. En un artículo sobre la reforma fiscal, Thomas J. Donohue, presidente y director general de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, indicó que la reforma fiscal traerá muchos beneficios para los negocios en Estados Unidos, tanto a largo como a corto plazo. Aunado a este optimismo económico, muchas compañías han tomado medidas inmediatas y extraordinarias para beneficiar a sus empleados. AT&T y el Sinclair Broadcast Group han anunciado generosos bonos a sus miles de empleados, mientras que otras compañías como Wells Fargo y el Washington Federal, han anunciado incrementos de salario permanentes. Por otro lado, compañías como Boeing se han comprometido a invertir en sus comunidades, lugares de trabajo y fuerzas laborales.

No obstante, no todo es optimismo respecto a la llegada de la reforma, puesto que varios economistas ven el cambio como algo perjudicial. Se prevé que la reforma eleve el déficit federal en cientos de miles de millones de dólares (tal vez hasta dos mil millones de dólares) durante la próxima década. Las estimaciones varían dependiendo de las suposiciones sobre cuánto crecimiento económico generará la ley, pero no hay estimaciones independientes que sigan aquellas del secretario de Hacienda de los Estados Unidos, Steven Mnuchin, al predecir una reducción neta de la deuda nacional como resultado de la reforma.

La ley reduce las tasas impositivas corporativas de forma permanente y las tasas impositivas individuales de manera temporal. La reforma elimina permanentemente el mandato individual, una disposición clave del Affordable Care Act (“Cuidado de Salud Asequible”, mejor conocida como el Obamacare) que probablemente elevará las primas de seguro y reducirá significativamente el número de personas con cobertura. Se espera que los que más ganan se beneficien más de la ley, mientras que los que ganan menos pueden pagar más en impuestos una vez que la mayoría de las exenciones impositivas individuales expiren después de 2025. Con los cambios que están tomando lugar a nivel global, habrá que esperar a ver cómo se comporta esta nueva reforma, sobre todo en la región fronteriza.

 

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