El pesado fardo de la corrupción

Denise Dresser, periodista, politóloga y escritora mexicana

“La narrativa del gobierno de Enrique Peña Nieto ‘Moviendo a México’ duró apenas dos años, las noticias triunfalistas, la cobertura mediática celebratoria, el aplauso sin fin, el presidente que iba a salvar a México − como lo dijo la revista TIME −, el equipo que iba a terminar con la pesadilla de parálisis y violencia que habían caracterizado los periodos de sus antecesores, han llegado a su fin, ejemplificado por la cobertura cada vez más crítica de las redes internacionales sobre lo que está ocurriendo en nuestro país. Ejemplificado también por el hecho de que Enrique Peña Nieto hoy tiene los niveles de aprobación más bajos que cualquier otro presidente en los últimos 20 años”, dijo la periodista Denisse Dresser, durante su participación en el encuentro empresarial de Coparmex Tijuana el pasado mes de mayo, con el tema “Transparencia y Rendición de Cuentas: lo que falta por hacer”.

“Hoy la narrativa no es una de reformas sino de posible regresión, no es de México moviéndose hacia delante, sino de México −quizá− moviéndose hacia atrás, no es del momento mexicano sino del empantanamiento mexicano”, sostiene.

De acuerdo con la politóloga, la narrativa se cayó por temas que el Gobierno manejo mal o ignoró, como el caso Ayotzinapa, a partir del cual vino el descubrimiento −no sorprendente− de que México simplemente no tiene un sistema de justicia capaz de investigar, identificar, resguardar la cadena de custodia de los cuerpos, procesar evidencia de manera adecuada, usar marcadores genéticos, llevar a cabo pruebas de ADN, resolver asesinatos, junto con la gravedad de que los crímenes en este país son perpetrados por la policía, por presidentes municipales −como el de Iguala−, por gobernadores negligentes. Dresser recuerda que en la fotografía que su amigo Genaro Lozano tomó de la primera marcha de 50,000 personas protestando por las desapariciones en Ayotzinapa, había un letrero gigantesco en el Zócalo que decía “Fue el Estado”. “Y así fue, un Estado que no puede proteger, detener, investigar, llevar a cabo su misión fundacional. En lugar de ello vimos a autoridades gubernamentales tan desaparecidas como los estudiantes que pretendían buscar. Después de Ayotzinapa el número fue 43 + 1, el ‘1’ adicional era el presidente que ante la crisis no lograba pasar la prueba básica de liderazgo descrita por John Kenneth Galbraith: la voluntad para confrontar inequívocamente la ansiedad de su pueblo. Peña Nieto no enfrentaba esa ansiedad. Tan sólo se sumaba a ella”, afirma.

La narrativa del desmoronamiento del “momento Mexicano”, dice Dresser, es acompañada por la corrupción que le añade un capítulo, y así como en la casa de campaña de Bill Clinton cuando contendió por la Presidencia había un letrero que decía “Es la economía, estúpido”, para recordarle al equipo en qué ámbito debía centrar su atención; en dónde debía focalizar su energía, “Es la corrupción, estúpido”, es el banderín que debería estar colgado detrás del escritorio de Enrique Peña Nieto en Los Pinos, sostiene la periodista. Porque un tema que era subsidiario se ha vuelto central. Porque algo que no incidía en la credibilidad o en el funcionamiento del gobierno en México, ahora lo hace. “Aquello que tiene al equipo de Peña paralizado, acorralado, acalambrado, es un asunto que siempre se consideró normal y ya no lo es. La corrupción gubernamental como ácido corrosivo que corre por el andamiaje aplaudido de las reformas estructurales. Frenando, parando, obstaculizando, acabando con lo que se había prometido o lo que se podía lograr”.

 

Partido Verde Ecologista: partido muleta
“Hay una estrategia de supervivencia del gobierno, la alianza con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), un partido cuya sola existencia está encaminada a permitir que el PRI persista en el poder. Ese es el Partido Verde, un partido muleta. Un partido sin el cual Enrique Peña Nieto no hubiera ganado la elección presidencial y sin el cual el priismo no triunfará en la elección intermedia. Sin el PVEM el PRI no obtiene más del 30 por ciento del voto y lo sabe. De allí la importancia de inflar al Verde, ensanchar al Verde, visibilizar al Verde. De allí las carretadas de dinero que han fluido a sus arcas para hacer crecer su marca. La estrategia está funcionando, según las encuestas el PVEM ha crecido del 4 al 11 por ciento, que en combinación con el 30% del PRI le da el 41% que necesita para obtener la mayoría en el Congreso”.

Denise Dresser
Periodista, politóloga y escritora mexicana

Según una encuesta citada por Morris en “Corruption and Mexican Political Culture”, 70 % piensa que casi todos o muchos en el gobierno son corruptos. Dentro del sector privado, 39 % afirma que necesita hacer pagos extraoficiales para influir en el contenido de leyes, políticas públicas y regulación. Aun entre auditores internos del gobierno federal, 60 % reconoce que son “frecuentes” los actos de corrupción en las áreas que supervisan. Entre la población, 62 % responde que ha sido necesario pagar un soborno para resolver algún problema. La corrupción no es denunciada porque 77 % piensa que los culpables nunca son sancionados. Porque sólo 14 % cree que la principal causa de la corrupción es “la falta de aplicación de la ley”, mientras que 44 % piensa que es “la cultura y la educación de los mexicanos”.

La politóloga mexicana explica que la corrupción está vinculada con menores niveles de crecimiento del PIB. Limita los beneficios de la apertura comercial. Hace más difícil atraer la inversión extranjera. Genera una propensión a crisis monetarias, producto de decisiones presupuestales y financieras irresponsables. Informe tras informe de competitividad global, el World Economic Forum señala que el principal factor que afecta hacer negocios en México es la corrupción. Lleva a la falta de confianza en las instituciones, a la falta de credibilidad del gobierno, a la desilusión de los mexicanos con su país y consigo mismos.

“Por eso la urgencia del involucramiento ciudadano para sacudir a un gobierno que entiende demasiado bien lo que la corrupción significa. Por ello su renuencia a combatirla, a asumirla como aquello que está hundiendo al gobierno de Enrique Peña Nieto. Por eso el congelamiento del Sistema Nacional Anti-Corrupción en el Senado, torpedeado por el PRI que no quiere fortalecer a la Auditoría Superior de la Federación, no quiere que se fiscalice en tiempo real, no quiere que se examinen fideicomisos públicos, no quiere incorporar la extinción de dominio por enriquecimiento ilícito, no quiere que se elimine el secreto fiscal, bursátil, fiduciario o bancario en las investigaciones, no quiere un Fiscal Anti-Corrupción verdaderamente independiente y autónomo, como lo han propuesto 32 organizaciones civiles recientemente. Porque el PRI sigue pensando que ‘Es la corrupción, estúpido’, pero como lema para gobernar, no como exigencia para cambiar”, afirma Dresser.

“El presidente sigue argumentando que la corrupción en México es un problema cultural, no institucional, yo creo que se equivoca y es justamente lo contrario, es un problema institucional, si cambiamos instituciones cambiamos cultura, el problema en México es que no contamos con un sistema para prevenir, investigar o sancionar la corrupción, y por eso persiste, crece, y se vuelve cada vez más obvia y lacerante, ¿qué necesitamos?: límites claros al poder público, transparencia absoluta con respecto al manejo de cada centavo del erario y resultados claros del desempeño de los empleados gubernamentales, sanciones que sean efectivas y no políticamente motivadas”, explica.

 

El Sistema Nacional Anticorrupción falla al dejar libre al dinosaurio más grande de todos. Al líder del país que debería ser ejemplo de honestidad y apego a la legalidad. Al Peñanietosaurus Rex. Al que la nueva ley no podrá tocar”.

 

¿Cómo obtener esto? a través de la vía electoral, afirma. “Llegó la hora de saber a quién vamos a empoderar, y dar acceso al presupuesto. Los buenos gobiernos se construyen a base de buenos ciudadanos y sólo los exigentes lo son. Hay que ejercer el voto con la misma entereza con la cual uno se casa y ejerce un culto, hay que entender al candidato, escudriñarlo, colocarlo bajo el microscopio, saber si cumple con los siete principios de la vida pública, propuestos por el juez Nolan para Gran Bretaña: altruismo, integridad, objetividad, rendición de cuentas, apertura, honestidad y liderazgo”.

Tenemos derecho a pedir y emular las mejores prácticas internacionales, comenta Denise Dresser, de ahí la importancia de iniciativas de la sociedad civil “3 de 3 Candidato Transparente”, que exige a los candidatos la presentación de su declaración patrimonial, su declaración de intereses, y su declaración fiscal.

“La tarea que nos toca es la de la transición a la vida activa como ciudadanos. Transitemos de la protesta a la propuesta, a recomendaciones específicas de política pública que lleven a la innovación institucional”, concluye.

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