Ejército y Marina

Ejército y Marina: dos cuerpos cuya institucionalidad es a todas luces incontestable y cuya honorabilidad no admite tacha. El Gobierno los ha sacado de sus cuarteles para llevar a cabo labores de policía, tarea para la cual no han sido entrenados ni preparados. La labor de los policías, casi siempre a las órdenes de los delincuentes, es muy distinta, y por consiguiente la respuesta de los militares y marinos es distinta, acorde con su entrenamiento y preparación, y no esperada por los maleantes. No cabe duda que se pueden presentar situaciones fuera de lo común. Eso no tiene que ver con las respuestas rigoristas necesarias.

Una buena parte de los medios y comunicadores se han dedicado en forma constante a denigrar a estos dos honorables cuerpos, achacándoles su forma violenta de proceder de acuerdo con su sentido profesional. No cabe duda alguna que estas orquestadas campañas de desprestigio están apoyadas por intereses inconfesables. Los que rechazan la intervención de las fuerzas armadas son los que recienten en carne propia el rigor y fortaleza que se les oponen. Se ha hablado mucho de la creación de una Gendarmería Nacional y de un Mando Único Policial, lamentablemente, como todos los proyectos de nuestros gobernantes, o se truncan  o se olvidan, si no es que se realizan a medias sin la seriedad necesaria, pues existen demasiados intereses creados.

Por otra parte, tanto el poder ejecutivo como los diputados y senadores gastan un inmenso capital, del cual no disponemos, en saturarnos de spots televisivos y propaganda goebbeliana, en ponderar lo bien que lo hacen y en reiterarnos sus logros, mismos que son más bien exiguos. En ningún país que se respete se llevan a cabo dispendios similares sin beneficio alguno, porque todos los políticos están desacreditados y repudiados, de arriba a abajo de la pirámide. No podemos ignorar las inmensas cantidades de recursos con los que se auto-publicitan algunos gobernadores, como el del Estado de México, cuya seguridad está en entredicho y su bonanza está todavía peor, y como dijo el Chapulín Colorado, ¿quién nos salvará de esos malos gobernantes?

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